La madrugada del jueves 27 de setiembre,
la muzzarella vino a caminar con sus piernas aceitosas, por el hambre de la poesía en Isidro Casanova. Mientras que se editaban hoja tras hoja “los sufrimientos de actualidad” y el gendarme Campillo hacía libaciones de la bebida del imperio en el inodoro, como una forma de testimoniar quién manda acá. Y la salita Campel refulgía desde ese momento y para siempre en la satisfacción del deber consumado.
El espíritu del general Perón nos hizo saber
su satisfacción golpeando las persianas del local
de Cristiana 1822 del barrio de Atalaya con vientos fríos en el comienzo de la primavera de 2007.
Archívese como una conquista social y hágase conocer en el tercer mundo.
Somos Felices, con Campillo y Ravelli, de hacer
lo que nos gusta...!
Ricardo Piña
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